miércoles, 9 de septiembre de 2009

UNO

No es necesario quedarse a oscuras
para empezar a encender las luces.
Como tampoco es necesario encerrarse
para empezar a abrir las ventanas.
A veces uno se sofoca con las palabras,
pero de tanto callar terminamos diciendo tanto,
mucho más de lo que queríamos decir.
A veces uno tropieza con su propia sombra,
esa que en plena luz del día nos vigila de cerca
y nos marca el paso hacia otro lugar.
Uno a veces esconde ilusiones que no debería ocultar.
Así como a veces se guardan emociones,
que se deberían expresar.
Despacio uno marca su propio ritmo,
ese que repiquetean nuestros pies en el asfalto,
ese que inspiran nuestros ojos en cada vuelo.
Un ritmo que es solamente nuestro.
No es necesario ir a la deriva para empezar a remar.
Como tampoco se necesita un mapa para encontrar
el exacto lugar.
A veces, siguiendo nuestros propios pasos,
encontramos el camino correcto.
El camino que nosotros mismos llamamos destino.
No es necesario correr para llegar más rápido.
Como tampoco es necesario saber hacia dónde uno va,
para ir trazando un viaje.
De a poco uno va encontrando atajos y señales.
De a poco uno va encontrando su lugar.
A veces decimos más con sólo una mirada.
Encontramos un balance donde nadie más lo hallaba.
A veces, la vida es sólo cuestión de fe
en que no todo es lo que parece.
Y en que de nada sirve desesperarse.
A paso firme todo llega, sólo hay que tener los ojos abiertos
y saber que la vida no siempre es lo que uno espera.

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