sábado, 13 de septiembre de 2008

Reviví.

Cuando te fuiste me encerré en mi misma muy despacito.
Inventé un mundo paralelo y fallé una y otra vez.
No quise aceptar lo que me golpeaba de frente y culpé a todos menos a vos.
Me sumí en un sueño profundo del que no quería despertar.
Cuando te fuiste corrí sin parar en dirección contraria al común de la gente. Y me estrellé contra mis propios miedos y los más espantosos fantasmas.
Cuando te fuiste te busqué en cada rincón del planeta.
Creyendo que en algún momento abriría los ojos y estarías junto a mi cama, sonriendo.
Cuando te fuiste mi desesperación fue tal, que me refugié en el silencio.
Cansada, agobiada por el viento y el lento transcurso de los días.
Tamaña sorpresa la mía, cuando al fin me animé a respirar y comprendí que en realidad no me querías. Cuando la verdad se me reveló como por arte de magia, dejándome vacía y en plena oscuridad. Cuando el corazón se retorció de dolor en mi pecho y se me congeló la sangre hasta astillar mis huesos. Cuando el día se redujo a un sólo segundo, hundido en semejante tristeza y soledad. Sin destino ni sentido.
Se me enredaron los intentos, perdí ideas e ilusiones.
Todo el dolor del mundo se me acumuló en la boca del estómago.
Y ahí se quedó ahogándome durante años.
El aire se me escapaba con demasiada facilidad. Y no conseguía las fuerzas suficientes para volver a empezar. Para levantar la mirada. Ni para hablar.
Pero cuando cada fibra de mi ser terminó de darse cuenta de que te habías ido: Reviví.
Me convertí en una persona totalmente diferente.
Me reinventé de la única manera que pude. Me rearmé de la manera que me salió.
Cuando finalmente abrí los ojos y descubrí que ya no estabas a mi lado, intenté volver a respirar. Olvidé fracasos y detalles dolorosos. Comencé a sonreír más a menudo. Le di sentido a mis palabras y me fijé más de un objetivo. Encontré fe en algún centímetro de mi espíritu y lo alimenté día a día. Con más de un “te quiero”, con abrazos, con esa gente que como hoy, me acompaña donde sea que yo vaya.
Hoy pinto todo con mis colores favoritos. Hoy le busco a todo el lado positivo.
Sé que puedo, por la confianza que vos alguna vez me diste, por la obstinación y perseverancia que me heredaste. Por el coraje que más de una vez me brindaste.
Por todo lo bueno que hay en mí, y que vos alguna vez adoraste.

Felíz Cumple Papá.

Te veo siempre que me miro en el espejo...

**No guardo rencor, pero jamás olvido. Así que, antes de irte date una vuelta y vení a verme. Que oportunidades me sobran para darte. Que mis ojos siguen siendo tuyos. Y porque a pesar de todo, jamás logré dejar de amarte**

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